lunes, 7 de agosto de 2017

El Jardín de los Deseos.

(Historia corta de 2017-18-19)

Capítulo 1 - Cantares de Valleviejo

Andaba el otro día tan campante por el barrio Garrapiñuelo, cuando me topé con el número trescientos setenta y tres del Buñuelou Gazzette´s, un prestigioso aunque morboso periódico local. Tomé el grasiento ejemplar del raspado ladrido, que con tanto sudor enjugado de pobres colonos mestizos había sido labrado, y abrí sus seductoras páginas entre mis agrietados dedos. El contenido del journal era un variopinto escabeche de lo más bizarro: ``Asesinan a una bailarina de polka tres días antes de la gran actuación de su vida, el Viv´s Dance Grand Festival, en circunstancias insospechadas´´, ``El alcaide de la Prisión Peninsular de Valleviejo presenta su dimisión´´, ``Tres niños de origen asiático son detenidos por la violación de una hipopótama encinta´´, ... toda una sarta de espantosos sucesos que solo anunciaban el mal agüero. ``Esta ciudad está podrida´´, pensé.

Tiré el esperpento de noticiario, remontando mi caminata, casi llegando a mi destino como objetivo. El café de Rob´s se presentaba como un lugar al que lo peor de la escoria de Valleviejo acudía: era un antiguo burdel vomitivo que daba hogar a ninfómanos, pederastas, cocainómanos, fans de Bertón Liefieldo, borrachos sin esperanza en la vida y la mejor selección de asesinos a sueldo rusos.

-Qué tal, Robvincie.
-Aguahtando jasta que me venga la parca a recogeh...-la obesa propietaria del antro tenía el glorioso honor de poseer el título de Mujer Más Fea de la URSS, cosa que era más que cierta. Los pelos de sus abultadas verrugas me atraían como al más patán de los buscadores de rarezas humanas, mientras que el pobre maquillaje azul celeste de su sombra de ojos hacía un mísero intento de ocultar la repulsión de su ser. Pero ante todo, era una buena tipa. De fiar.

-Esta ciudad apesta.
-Cómo lo sabeh. Oye, ¿qué veníah bujcando, Rocobollo? Te he dejao la pijtah un poco libre pal intehcambio de infohmación que me parlahte.
-Vengo a por el espía doble del Gobierno de Stalino que me propiciaste, Rob.

La Mujer Más Fea de la URSS estaba empeñada en el fregado de un nonagenario plato de una vajilla ya perdida en el suspiro de los vientos estomacales del tiempo. Centrada en su tarea, me respondió.

-Allá al fondo.

Atravesé una horda de pervertidos sociales, para llegar al ala este del bar, en la esquina de las tragaperras. Allí me esperaba un varón de metro ochenta, casi anoréxico, enfundado en un traje de látex rojo tirando para negro de lo más excéntrico. Mi contacto, con la cara cubierta por un pasamontañas también oscuro pero con diseños de Russle Crowenio en los costados, se dignó a hablarme, no sin antes pedirme fuego y encenderse una extraña pipeta escarlata.

-¿Tienes algo?
-No.
-¿Hhmn?
-No mucho, pero es... curioso.
-Canta, maricón.
-Ya no estamos en los 50s, Detective Rocobollo, estamos en entrada de siglo. Los tiempos han cambiado.
-Hum.
-Mmmñem... me he enterado que esos estalinistas del segundo milenio están planeando un atentado contra la embajada de España en Kazajstán. Lo tienen todo pensado. Armas, explosivos, estrategia de escape, todo. La van a liar gorda, Detective.
-Tampoco creo que sea para tan...
-Esto te supera, Rocobollo, esto te supera. Erhh... ¡Esto no es como El Caso de la mujer portuguesa degollada en el Apple Store... o La Trama del exministro Cabezañuque, NO! Esto es distinto, tío, y ni tú ni cualquier otro investigador de pocamonta puede evitar lo que va a pasar. Esto...
-¡¿Pero qué me estás contando, alfañique?! No puede ser que vaya a desatarse una guerra...
-Eso, eso mismo es lo que va a suceder, Detective. Yo... yo ya no puedo hacer nada más, solo decirte que un alto secretario de los estalinistas tiene un cortijo aquí, en Valleviejo, donde veranea con la parienta...
-¿Cómo? ¿Dónde est...?
-Pregunta en la Calle Llobregat de Fons de Piñols, te dirán que en la Senda del Canto Pedreguno. Me voy.
-Gumpff...

Salí del triste establecimiento veinte minutos después de irse el informador, no sin antes pagarle la cuenta a Rob y desearle suerte con el entierro de su marido. Al menos, el bueno de Mr Gorbachov no tendría que presenciar el terrible y oscuro futuro que se cernía sobre la comunidad de Valleviejo.


* * *

Capítulo 2 - Rock you like a hurricane

Mi investigación me llevó de la mano como mi madre a la escuela, que en su mohosa tumba descanse, a la Calle Llobregat de Fons de Piñols. Los yonquis te pedían dinero, las rameras te ofrecían su cuerpo perfumado a coliflor añeja y el ambiente apestaba a humo de cigarro mal apagado. A uno le cuesta pasar desapercibido en una pasarela como esta, donde cualquier despojo humano te puede rajar en canal en cualquier momento. Subí treinta pisos de un pútrido edificio, lo que provocó inimaginables ganas de comer en mi hueco estómago. La ira me consumía, pero al fin desembarqué en la planta 31, y toqué el timbre del apartamento 344, que previamente había llamado en el recibidor de la entrada, a lo que me había respondido una voz áspera, pero un tanto inocente.

Treinta candados se tuvieron que abrir, poniendo mi fina paciencia a prueba. La puerta abierta me desveló a un joven de unos 37 años, pero, debido a su mal cortada barba y a su greñada melena rubia, parecía tener más edad que esa, no sin olvidar sus penosas ojeras provocadas por un intenso consumo de crack, cuyo humo se percibía en el ambiente. Vestía una camisa de manga larga blanca, por encima un jersey de rayas verdes y negras, y en sus flacas piernas unos vaqueros notablemente rotos.

-¿Con quién hablo?
-Detective Rocobollo, ¿y tú?
-Curtis Kobáinez. Pasa.

Su casi metrocuadrático apartamento estaba decorado con infinidad de posters de bandas de rock, heavy y grunge de las últimas dos décadas: Metallicosa, Ejcorpioneh, Soundogarden, Pinky Floydo... Su camastro era un caos y una pocilga, y su escritorio estaba lleno de folios con fallidas letras de canciones. Encima la mesilla de noche había un revólver.

-Me han enviado aquí porque dicen que tú sabes dónde reside el alto secretario de los neoestalinistas... Dicen que tiene un cortijo en la Senda del Canto Pedreguno, pero supongo que tú tienes más exacta información.
-Verás... yo ya no actúo, marioneta... Lo dejé hace ya medio año. Nos llamábamos Nervena, yo y los chicos éramos geniales, pero gracias a la movidita con Gons and Rosos y a esa tía y mi hija... estoy en la mierda.
-¿Marioneta? ¿Nervonio? ¿Hija? ¿Me estás tomando por imbécil, perroflauta?
-Oh no, yo no... Nosotros nunca hemos perdido el control... fue el hombre que vendió el mundo...
-¿Qué hombre? ¿El alto secretario?
-Sí... creo que sí... ¡Ah! Estoy tan feliz... porque hoy he encontrado a mis amigos...
-¿Nos pueden ayudar?
-...que están en mi cabeza.
-Qué cojo... ¡¡Háblame claro, greñudo!!
-Sí, soy tan feo... ¡y eso está bien...!
-Dónde. Está. El neoestalinista. ¡Ya!
-Lo vi el domingo por la mañana, aunque eso es todos los días...
-¿Dónde lo viste?
-En la cárcel, la peninsular... Estaba haciendo trapicheos. Quería sacar a un pez gordo de la cárcel.
-No... me jodas-me quedé en shock-¡¡Tengo que impedírselo!!
-No corras... ese tío irá a la hora del almuerzo...

Me quedé en silencio. Sentí una gran pena por ese chaval. Tan joven, tan talentoso con los versos... y estaba en este estado de depresión. Decidí preguntarle por eso.

-Oye... Curtis... ¿estás bien? Te noto... apagado.
-Sí... Verás. yo antes no era así... Era un tío superfiestero, cuando acudía a un botellón era un maldito huracán. ¿Sabes? Me decían que les recordaba a una canción... Mmm, diablos, ¿cuál era?
-¿Rock you...?
-¡Ah, sí! Rock you like a hurricane... Me encantaba. Cuando me sentía mal, cuando caía en un punto bajo... la escuchaba. Y me hacía levantarme. Y seguir adelante. Porque no importa cuántas veces te peguen una patada en el estómago... Tú tienes que salir ahí y luchar...

Mientras hablábamos sobre una canción del `84, la tierra estaba temblando. Y no por un huracán. Treinta sicarios soviéticos enfundados en trajes negros y cargados de armas hasta los dientes estaban subiendo las escaleras del edificio.

-...me dieron una vez, por mi cumpleaños, la canción en una cinta...

Cuatro pisos. Tres pisos. Dos pisos.

-¿...dónde estará...? ¡Ah, joder, sí! Aquí en mi mesilla...

Un piso.

-Mira, espera que la ponga en el caset... oh sí... ¡aquí está!
-Un momento, Curtis... ¿no oyes eso? Son como pisadas...
-Lo más seguro es que nos hayan interceptado... oh sí, here i am...
-ME CAGO EN LA PUTA.
-Corre. Oh sí... here i am, rock you like a hurricane...

Los pasos se acercaban. Estaban en la puerta.

-¡Oh, no! ¡Tenemos que huir!
-Sálvate tú... yo ya estaba muerto...
-¡¡No, Kobáinez!!
-¡¡He dicho que huyas, coño!! The bitch is hungry, she needs to tell... so give her inches and feed her well...
-Kobáinez...-esas fueron las últimas palabras que le dirijí, antes de tapar mi rostro con mi fular marrón y saltar a las escaleras de incendios por la estrecha ventana de su habitación. Dentro, el rockero retirado seguía cantando.

-More days to come, new places to go...
i´ve got to leave, it´s time for a show...

Habían llegado.

-Here i am...

Se iban a liar a tiros. Cuestión de tiempo.

-Rock you like a hurricane...

Me alejaba corriendo entre los contenedores. Giré un momento la vista atrás...

-Here i am...

Curtis Kobáinez cogió su revólver.

-ROCK YOU LIKE A HURRICANE...!

Se pegó un tiro en la sien.

Huí de aquella manzana como el diablo que mora en el infierno. Curtis Kobáinez había optado por la salida más fácil. Curtis Kobáinez había decidido morir dignamente. Curtis Kobáinez no se había dejado vencer por sus adversidades.

Yo ahora estaba en busca y captura por los neoestalinistas. Los neoestalinistas habían corrompido el Gobierno del Ayuntamiento de Valleviejo hasta la médula. Yo era un preso fugado. Y yo me dirigía a la prisión.


* * *

Capítulo 3 - Inspector Rocobollo: Memorias: Joe Pringue: El Día Después

AVISO:
EL SIGUIENTE RELATO DE FICCIÓN PODRÍA HERIR LA SENSIBILIDAD DE ALGUNOS ESPECTADORES. QUIEN DECIDA QUEDARSE, ES A SU PROPIA ELECCIÓN.

La señal radiofónica de la policía sonaba en una mañana de septiembre de 1989. El ambiente se sentía frío y neblinoso... Un día como cualquiera en la ciudad de Valleviejo.

Mis amigos de la central me habían avisado de lo ocurrido a primera hora, cuando ni siquiera estaba amaneciendo. A regañadientes, y soltando sandeces e insultos a diestro y siniestro, salí de mi desarreglada cama, en la que había yacido la noche anterior con una mujer de la calle que aún dormía sobre mi lecho... No me acuerdo de cómo ocurrió, solo sé que había tenido un mal fin de semana, como lo son todos los de mi vida, así que le apagué un sigarro a mi -ahora- ex compañero en la gabardina, y entré a voces en un bar. Bebí tanta cerveza que de los sucesos posteriores no puedo confirmar la veracidad. Cantamos los borrachos la Canción del Arraguleño, levantando las piernas al ritmo de las tropas nazis. Ah... si Hitler levantara cabeza... a algunos se les iban a quitar todas las gelepolleces...

Como iba diciendo, después de los cánticos la cosa se puso turbia y un borrachuzo llamado Vendecorado Búñez, de unos 22 años de edad, se lió a porrazo limpio con la dueña del local: mi dulce y sifilosa compañera de desdichas Robvincie. A la pobre mujer se la considera la Mujer Más Fea de la URSS, pero no expandamos el mito.

La pelea se libraba a botellazo y botellazo con botella rota. La sangre no tardó en surcar las sucias juntas de los azulejos del suelo. Aahg, la pobre Robvincie no está para desgracias... Pero la batalla campal ya no iba hacia ``ella´´, sino que ahora Búñez y sus primos los Carapróstata se estaban arrancando peazos de piel enteros de cuajo con una pandilla de neoestalinistas liderados por Yuri el Perforao. No querráis saber el desprestigioso origen de este mote...

¿O sí? Pues os la cuento, por el morbo.

Se rumoreaba por el barrio de Garrapiñones que, cuando Yuri Jiliformov era un criajo, vivía con su tozudo padre en un tercer piso con la limpieza descuidada. Tenía al pobre niño a golpe de cinturón. Decía que sacaba malas notas. Yo creo que sus motivaciones eran más profundas.

Yuri era un niño que pasaba las tardes jugando a la bola en el parque, pero sin la compañía de nadie. Se duda si realmente fue a la escuela, pero lo que quedaba claro era que era un apestado de la sociedad. Ah... Me recuerda a ese filósofo soviético... ¿Cómo era...? Ah, Goldenik Warrirov IX. Puto depravado social...

Cuando Yuri llegaba de vuelta a casa, su padre le estrangulaba a preguntas estresantes: ¿Dónde vergas has estado, Yuricabrón? ¿Qué pollas tienes en las manos, maricón? ¡Cabrón! Y ahí va el primer tortazo.

-¡Es que no sabes hacer nada!-segundo tortazo.

-¡Pá! ¡Pá!

-¡Que te calles y te sientes en tu puñetera sillita, cojones!-tercer y cuarto tortazo.

Hasta este punto, los motivos del odio violento del padre hacia el hijo quedaban aún en duda. Pero la cosa se intensificó a partir de ahora.

-Serás niño inútil... Siempre te he enseñado que estaba mejor jugar al futbolito con tu padre, tú no tienes lugar entre los otros niñatos-deja al chico y se dirije a la cocina-. Le prometí a tu madre que iba a protegerte de los extraños, que no te permitiría confiar en nadie más que yo. Porque soy tu padre y es lo que se espera de uno...-vuelve con una espátula y con los pantalones más flojos-Hijo, hijo de mi sangre, yo es que sólo quiero que no le pase lo de má´, yo sólo quiero que seas alguien de provecho. Me quiero sentir orgulloso de ti, pero no haces nada más que darme disgustos...-se le nota más emocional y con  humanidad.

-Pá, me quiero ir a acostar...-con un tono de miedo en la voz.

-Es eso lo que esastamente vamos a hacer, hijo. ¡Mi hijo!-levanta los brazos al cielo-Hijo de mi propia sangre, mi posesión...-se empieza a recolocar los pantalones.

-Pá, tengo ueño...

-Ay, sueñecito mi niño, mi niño rico-se echa saliva rancia en la mano, mientras tose por el sigarro, para peinarse como una vaca que se relambe el pelo-... Hijo, yo sólo quiero que estés con protesión, a mi lado. ¡Mira tu madre...! Aaahahahg-le da un breve brote de tos perruna-... ¡A tu madre se la follaron en la calle unos fachas! ¡Unos fachas...!-le da más tos-Tu puta madre no tenía luces en la cabeza y salió de casa. En casa estaba segura. En casa estás segura... ¡Y EN CASA ESTÁS SEGURO TÚ TAMBIÉN!-se abalanza de improviso contra el muchacho, a la vez que se desabrocha más el holgado pantalón.

-¡¡Pá!! ¡¡Paá...!!

-¡VEN PA´ CÁ CON TU PADRE! ¡Ven con tu padrecito del que saliste!-el niño gime-¡Ven que te proteja con tus hermanitos...!

Y esa era la historia de Yuri el Perforao. Sí, ¿qué? ¿Arrepentidos de haber querido conocerla? Pues ya es demasiao tarde pa´ que se vayan esas imágenes de vuestras cabezas.

El la tasca de Robvincie, la afrenta iba a más. Los tíos con los que me cogí la pelfa ahora eran unos colgaos hasta arriba de adrenalina que estaban matando a patadas en el estómago a ese pobre chico. Yuri Jiliformov.

-¿Qué pasa? ¿Dónde está tu padrecitooo? ¡Eeeehhhh! ¡Jajajajá!

Aunque no soy un hombre de valores altruistas ni un jodido misionero, algo me empujó a dar el primer golpe.

Búñez cayó al suelo de un puñetazo. La sangre salía de sus encías mientras balbuceaba.

-Serás hijoputas malnacido, viejarro fracasado...-y, levantándose-¡Todos sabemos que estás en el cuerpo de policía de Valleviejo sólo porque das pena! ¿Eh, chicos?

-¡¡SÍIII!!

-Voy a meterte en la cárcel por rojazo de mierda.

-Qué alegría, así por fin podré saludar a tu madre de nuevo.

Barullo. Machos cabríos en estampida. Mi cara no quedó muy bien que digamos tras los primeros veinte minutos de pelea. Con suerte, pero sin recordar mucho cómo, salí de aquél tugurio apoyado en los hombros de Roselia de Cásterpolla, la famosa puta.

La nieve en copos caía sobre la calle de otoño a las 5 de la madrugada (y empezaba a currar a las 6...). Sólamente dos figuras cruzaban el cristalizado espacio: Roselia y yo. Conocía a aquella dama de vista, oía que la chupaba de reputísima madre, pero es lo típico que se oye en el barrio de Garrapiñones... Mi ex compañero confesó una vez que era un individuo desviado, un excluso social. Decía, burlándose, que no era una verdadera mujer.

-Te puedes meter por el culo tus verbos, Braulio.

-Marica.

Aquella noche, intercambié más de dos palabras con Roselia. Yo diría que más de mil...

-El cielo hoy está más lleno de estrellas que hace años...-yo, embobado con la bóveda celeste.

-Rocobollo, está usted ebrio...

-Te juro que no lo estoy, que siento la luz de Andrómeda en mis arterias...-cayéndome en el suelo poco a poco.

-¡Que se cae usted, Rocobollo! Déjeme que le ayude a...

Al levantarme del charco del suelo, nuestras frías narices se tocaron. Nos quedamos pegados, y no solo por la gélida temperatura.

-¿Ha sentido las luces de nuevo, Rocobollo?

-Llámame Iruy, por Dios bendito.

Llegamos como un tornado de ventisca al portal de mi piso. Casi ni recuerdo cómo abrí la puerta... Las escaleras fueron una escalinata al cielo, la puerta de mi morada, las Puertas del Paraíso de Ghiberti. Nos arrojamos a la cama como dos animales en su ecosistema. Las sábanas fuera, la ropa volando por los aires. Lo que sentí aquella noche de tardío otoño no fue mero placer, fue el único momento de mi vida en el que he sentido amor por otra persona aparte de mí mismo. Y Rosalia, Rosalia era mi mujer.

A la mañana siguiente, no tuve apenas tiempo para despedirme. El trabajo me reclamaba, y eso era lo único que me daba el pan para comer. Salí de mi cuarto, oriné, y volví a entrar para vertir mis prendas. Ya tendría tiempo de desayunar en la oficina. Café que hedía a cojón.

Al llegar a la Calle 14 del Vicario Venéreo de Viena, lo primero que encontré fue una marabunta de coches de policía agolpados a las puertas del Edificio Linasgravés, un lugar de residencia para estudiantes de Bachiller en adelante. A unas calles adelante se situaba precisamente el Cuartel General de la Policía de Valleviejo, fíjate la coincidencia.

Había recibido noticia de que el suceso había sido un supuesto caso de homicidio en uno de los pisos. Un rarito estudioso llamado Jonathan ``Joe´´ Pringue había sido encontrado muerto ``tieso todo lo largo en el suelo de su escritorio, con una patata frita industrial a su izquierda´´. No testigos, únicamente su hallazgo por parte de una de las vecinas. La prensa se ceba con estos asuntos tan inhóspitos. Sobretodo el diario Cantares de Valleviejo, subvencionado por el podrido Ayuntamiento.

El jodido Pringue tenía sólo 18 años, una indefensa criatura. ¿Quién, si existía culpable alguno, podría haber cometido semejante crimen? Oh, sí, un tío muerto en su habitación, un final solitario... Pero eso es porque aún no sabéis toda la historia. Se había encontrado, durante una primeriza autopsia, que el estómago de Joe Pringue estaba reventado por dentro con una inconmensurable cantidad de una especie de heces azuladas, blandas y húmedas, que tenían en su superficie pequeños lunares morados. Una pesadilla hecha realidad. Incluso en la asquerosa comarca de Valleviejo.

Las horas pasaron y el tumulto de curiosos se disipó. Los polis volvimos al Cuartel y nos pusimos manos a la obra ...los que aún nos resistíamos a vomitar. Me da que ese café amargo de desayuno quedará para otro día...

Llegaron las cinco de la tarde, y para entonces el Comisario Frenández ya me había asignado inspector principal del caso. Seré honesto... Me pegué una siestorra de tres pares de narices. Tenía la resaca de la noche de bailes y peleas... No me quedaban muchas fuerzas para comenzar una investigación seria. La verdad, no tengo ni puta idea de por qué me habían hecho cargo de esta mierda zarrapiñada de asunto. 

Fue entonces cuando recibí la llamada de la madre de Joe Pringue.


Capítulo 4 - 

AVISO:
EL SIGUIENTE RELATO DE FICCIÓN PODRÍA HERIR LA SENSIBILIDAD DE ALGUNOS ESPECTADORES. QUIEN DECIDA QUEDARSE, ES A SU PROPIA ELECCIÓN.

kdkhsds

lunes, 27 de marzo de 2017

El escritor loco.

Había escrito el comienzo de dos historias cortas, pero no le convencía lo que había hecho. No le veía ese tono... esa temática... no, ese estilo, mejor dicho. Ya... ya no escribía como antes. Sus relatos antes estaban narrados de una forma particular, inspirado por su gran gusto al modo de narrar de Eduardo Mendoza. Era, a grosso modo, su estilo como escritor, más original, menos original, pero estaba definido.

Ahora se dejaba llevar por las vanas costumbres y tendencias mundanas, siguiendo un esquema infalible para ganar la popularidad del público lector, pero sin una identidad propia y personal. Era, por así decirlo, un enjambre de abejas que no tenía una reina definida (¿o sí?). Un pueblo sin alcalde, un equipo sin capitán... un hombre sin mente, es lo que era.

Al escribir, la mano le temblaba, y el fino lápiz de madera de haya se despeñaba de sus dedos como los ánimos de creatividad en su cerebro. Tenía la mirada perdida... Había bebido, pero... no recordaba haberlo hecho. Simplemente, se encontraba sentado en su sillón con ruedas azul, con los débiles codos apoyados en el escritorio.

Sudor frío recorría su frente colorada por la cogorza y el estrés, aunque también sentía esa misma sensación de humedad en todo su cuerpo de marioneta social. Era un estado de trance, del que no se creía capaz de escapar. Él tenía que escribir una nueva exitosa novela para la famosa editorial PuppetLetters, y tenía que hacerlo en esa tarde para entregárselo mañana a sus manos colosales de empresario impositor. Tenía muy poco tiempo para terminar toda la segunda mitad del libro... ``¡Ja! ¡El tiempo es relativo´´, vacilaba con delirio, ``Según aquel científico que entrevisté, Crisóstomo, el tiempo pasa de forma diferente para cada uno de nosotros, y además, dependiendo de la situación mental en que nos encontremos...´´. Miró su reloj de cadenas de oro, y percibió, a duras penas, las agujas que marcaban las ocho y veinte.

Las agujas, sí. ¿Agujas? Sus uñas tenían clavadas agujas de hierro por todo hueco posible. La sangre borboteaba incansablemente de sus heridas infectadas por el óxido de las puntas... No... no sentía sus manos. La respiración...

``¡Ah!´´. Se levantó sobresaltado de una cabezadita que parecía que había dado, sobre el madero del escritorio. Pero algo no cuadraba... ¡Sus manos estaban bien! ¡No había herida alguna! Y ni rastro de esas agujas endemoniadas, que a saber por qué las tenía ahí... Su reloj, sí, el reloj de cadena que le había regalado su mujer por su aniversario de casados, estaba dando las ocho y veintiún minutos. Todo iba normal. Eso que había ocurrido... era como si hubiera tenido una ausencia de estado consciente. Parecía real, era real... Era una sensación de sucesos precipitados. Todo ocurrió muy rápido. No... no sabía exactamente qué diablos había pasado. Tal vez el alcohol que había tomado con exceso, o a lo mejor era el cansancio... No, debía intentar concentrarse en el relato y no en las agujas que marcaban la hora.

La historia iba sobre un niño. Un niño que soñaba con volar. Su madre no le permitía intentarlo, y no le decía el porqué. Día tras día, el niño le preguntaba a la madre si podía volar, pero, soberbia ella, no le dejaba. Una madrugada el niño decidió desobedecer las palabras de su progenitora, y se subió encima de la alcoba de su cuarto, afuera, a la merced de las nubes y el viento. El niño abrió los brazos en posición de avión, poco a poco. Hinchó e inclinó su pecho hacia el frente, tras lo cual se dejó llevar por la fuerza de la inercia natural. Parecía que volaba. Un momento... ¡volaba! ¡Estaba volando! Se iba alejando cada vez más de su casa de adobe y grava, adentrándose en la esponjosidad de las dulces nubes de algodón de azúcar. Todo cogió un tono rosado a su alrededor. Era libre. Era libre y volaba. Su madre nunca tuvo la razón.

Sin embargo, el escritor desesperado no sabía si ese debía ser el final de su fábula. En el mundo real, los niños no vuelan, y las nubes no son de color de rosa. ¿Acaso era esa la conclusión que tenía que tener el libro maldito, o debía contar la verdad sobre lo que le ocurrió a ese pobre niño?

Debía, sí.

Ese niño nunca voló. Cayó en picado desde su balcón y se fracturó quince huesos, entre ellos, los del cráneo. Todo el pueblo acudió a ver la horrible desgracia: la madre sollozando, los ambulanceros corrían a toda prisa para levantar el, ahora, pequeñito cuerpo inerte del niño. Fue un completo espectáculo siniestro. El niño muerto, si hubiese sobrevivido, hubiera padecido una seria enfermedad cerebral degenerativa, la cual le habría amargado el resto de su vida, según los más pesimistas. Pero en aquel lugar también se encontraba un individuo, cuyo nombre era Octavius Srollemann. Él era el hermano mayor del niño que soñaba con volar. Su cara de conmoción al ver la escena siempre será recordada por los pueblerinos que se asomaron a ver.

Solo un capítulo le faltaba para acabar su obra ansiada, y el escritor se había quedado sin ideas. ¿Cómo era eso posible? Un escritor sin ideas, nunca se ha visto antes algo parecido. Las doce y cuarto de la noche eran ya y le quedaban solo unos minutos para enviarle a su jefe el texto, pero nada se le venía a la cabeza. Todo era pánico y confusión en su cabeza. No sabía qué hacer.

De pronto, recordó la verdad. La verdad sobre su vida. Su hermano murió a los siete años, cayó desde un tercer piso. Después de eso, su madre quedó destrozada y él decidió, con dieciocho años, mudarse al sur de Europa, a España, en busca de trabajo y buenos estudios. Al final, ya sabéis adónde consiguió llegar. A este momento, en el que no sabía qué escribir.

Silencio eterno en su cabeza. El niño era real. Él era su hermano. No se creía capaz de haber olvidado su pasado.

Pero, ¿por qué esa manía con querer volar? ¿Qué influencia había tenido el pequeño Olivier?

Su padre. Él había sido.

Trevor Srollemann nunca tuvo las ideas muy claras, ni los clavos de la cabeza bien sujetos. Era un desastre. Bebía. Llegaba a casa como otra persona completamente diferente, según su madre, de a quien había conocido y con quien se casó. Era violento, irritable. Si decías lo más mínimo, te arreaba con la botella de coñac medio rota. No estaba bien de la cabeza. Pero, sin embargo, tenía una parte buena. Había noches en las que iba a la habitación del pequeño y le contaba un cuento para dormir.

``Hay que decir...´´, decía el escritor en voz alta, ``...que papá era bueno en lo que yo me dedico ahora, supongo...´´, vacilaba, mientras miraba la hora en el reloj de muñeca. Al parecer, su padre le contaba historias a su hermano sobre cosas fantásticas, tales como volar, o no tan fantásticas, ya que una vez le oyó farfullar sobre un hombre que le pidió un deseo a un mago, y ese deseo era tener una familia feliz. ``Mi padre era un hombre desgraciado, un hombre al que la vida no le sonrió...´´.

``Y yo... ¿y yo a qué aspiro? ¡No! Debería aprovechar el regalo de existencia que tengo, y que nunca poseyó mi pobre padre...! Ni tampoco mi hermano... ¡Sí, me desataré de esta vida de monotonía e impersonalidad! ¡¡Viviré la vida que nunca pudo saborear Olivier!!



* * *


Los servicios de socorro y de sanidad sacaron el cuerpo sin vida de Octavius Srollemann de su apartamento. Una vecina llamó a la puerta por la mañana, y, al no contestar, la abrió con la llave común del bloque. Octavius Srollemann había fallecido de un ataque al corazón, a los cuarenta y dos años. El hombre que recogieron los camilleros se había convertido en un ``escritor loco´´ en vida, y escritor loco murió.


F I N

miércoles, 18 de enero de 2017

La Gorgona Medusa de Golden Warrior 99.

<<Hace más de 2000 años, las guerras eran como el pan de cada día. No sabías si, cuando te alistabas al ejército de tu pueblo, ibas a poder ver la luz del amanecer de la mañana siguiente. En fin, uno de esos grandes pueblos era Grecia. Cuando hoy en día ves su preocupante crisis económica, antiguamente era una de las primeras potencias del mundo conocido. Disponía de cientos de legiones dispuestas a masacrar al enemigo. Los adversarios de Grecia no solo solían ser humanos (como la misma Roma, imitadora de sus costumbres, pero no en paz con la Península del Mar Egeo), sino también atroces bestias sedientas de sangre provenientes de la imaginación de la más macabra de las mentes. Basiliscos, hidras, gigantes colosales, brujas, demonios iracundos y lo que quisieran los dioses. Zeus era, por decirlo de alguna manera, el que se llevaba bien con los humanos mortales, aunque no os creáis que era un santo, ya que, a la mínima que les caía mal un necio rey, desolaban comarcas enteras, y a veces, solo por satisfacción, por un mero sentimiento de grandeza. Por el otro lado, tenemos al Hades, Plutón, el Diablo en Carne, es decir, el rey y soberano del Inframundo, el reino de los muertos. Hasta allí llegaban las almas humanas que no conseguían, al final de sus vidas, el beneplácito de los dioses del Olimpo para encontrarse con ellos y vivir eternamente. Bueno, en El País de la Desolación también se recibía una eternidad, pero era una interminable existencia plagada de miseria, castigo, injurias, enfermedad, pecado, horror ...y arder en las llamas del estómago del Hades.
Nuestra historia comienza en Atenas, la capital griega, en la que un guerrero pedía justicia para su madre y para sí mismo. Ese bárbaro varón era Perseo, hijo semidios de Zeus y de una princesa de origen extranjero. El pueblo de Grecia no reconocía la pertenencia de la madre y el hijo a su imperio. Los abucheaba con ramas de espinos y antorchas (encendidas por el dios del fuego y la fragua, Vulcano, que tenía una mala relación con Zeus). El gobernador de Atenas, padrastro de Perseo, dejaba su mirada de poder sobre la que fuera su familia, y ordenaba quemar vivos a los dos indefensos. En el último instante, el bárbaro hijo le propone al gobernador que le traerá lo que quiera para que los deje libres. A esto, él le contesta que sí hay algo que quiera con todas sus fuerzas, pero que su anciana edad no le permite obtener por sus propias manos. ``Es la Gorgona Medusa. Esa escoria asesinó a mi verdadero hijo... ¡lo convirtió en piedra! Tráeme su cabeza, y no os mataré´´. Dicho esto, Perseo se disponía a liberar también a su madre, pero su padrastro dijo: ``¡Para esas vanas intenciones, bastardo! Tu madre se queda aquí, y hasta que no regreses con la cabeza de la Gorgona, no la soltaré a tus brazos ...sino que estará entre los míos´´. ``¡No!´´, gritó Perseo, mientras veía la horrible sonrisa del tirano. ``¡Sálvate tú, hijo mío, ve y sálvanos a los dos!¡Tú eres hijo de los dioses y...!´´; ``¡¡Blasfemias, patrañas, habladurías!! ¡Pueblo de Atenas, no creáis las palabras que se deslizan de la boca de esta hereje, porque no son verdad!´´. Tras una pausa, dijo: ``¡Zarpa por las turbulentas aguas del Egeo, Perseo infame, y encontrarás la gloria de tu despreciable familia!´´
El joven rubio y fornido caminó hacia una barca de madera carcomida, desatracó el ruin navío y se embarcó en un viaje que no le depararía nada bueno.
Por las turbias aguas del legendario mar pasaron veinte semanas. La soledad no fue una preocupación para Perseo, ya que su padrastro mandó a acompañar al muchacho a un pintoresco grupo de singulares individuos: primero, Gorton, un bonachón campesino que solo buscaba un poco de calderilla; en segundo lugar, un mozalbete puberto, cubierto de granos pustulentos, al que le conocían como Kimbo, y que tenía fama de sabandija; después, un desconfiable trasgo, con el nombre de Ínfermus; y, en último lugar, una vieja profetisa decrépita, que decía que era la Sibila de Cumas, a la que habían trasladado de templo en templo y de cárcel en cárcel, y que, en Atenas, la habían apresado por colarse en la Sala Secreta del Templo de Atenea (la diosa de la sabiduría y las estrategias), afirmando que podía contactar con ella. Eran, en total, cinco los aventureros en este viaje, del que, obviamente, no van a sobrevivir todos.
Un día avistaron un cúmulo verde en el horizonte azul, que pensaron que podía ser un islote, del que, si había suerte, recogerían los plátanos dorados de las palmeras, que les servirían de víveres para el último trecho de su rumbo hacia la Caverna de las Gorgonas. Llegados a este punto, los miembros menos audaces de la tripulación se aventuraron a escalar los árboles tropicales, en busca del buen saciar de sus estómagos, cuando de las amplias hojas de aquellas plantas emergieron cientos de sierpes, que atentaron contra las despreciables vidas de Gorton y Kimbo, que se vieron atrapados en un ahogamiento fatal. El oxígeno les faltaba, no había escapatoria, mas la amenazante figura de Perseo se alzó frente a las víboras escarlatas. El griego, con sus venosos puños de acero, agarró a las inmundas criaturas, y acto seguido, las partió a todas en dos de una vez. ¡Oh, gotas de sangre salpicaron los rostros de los pobres marineros! Me diréis, que unas pocas gotas de sangre no son nada, pero lo que os voy a contar cambiará la perspectiva de como veis la situación. Dado su largo camino evolutivo, las serpientes del diablo habían desarrollado una habilidad biológica que hacía que, cuando fueran capturadas y sacrificadas, su sangre se infectara de veneno corrosivo. Podéis imaginaros cómo quedaron las caras y pieles de los míseros aventureros.
Transcurrieron seis días de este episodio, cuando se habían acabado los alimentos y todo tipo de bebida no salina. Esto significó que, cruelmente, la triste tripulación sucumbió al canibalismo. En esa maldita barcaza se contemplaron cosas horribles... Compañero pegaba un mordisco a compañero, pieles en carne viva, locura,... gula. Perseo nunca comió ni dejó ser comido, pero el último de los comehombres que quedó fue el hábil de Kimbo. Ya que contra su líder musculoso no podía ganar, el único postre que le quedaba era la vieja profetisa decrépita. Era un plato difícil de engullir, ya que la superficie de la piel del vejestorio estaba sembrada de pústulas, costra, sudor frío, vello añejo y un notable hedor a vómito de asno, heces y orina. Debido a lo peliaguda que era la situación, Kimbo El Kaníbal optó por arrojarse al hondo mar y bucear en busca de peces, pero fue tal el mal augurio que, por la oscuridad de la noche en la que se encontraban, cayó de cabeza sobre una roca y nunca se supo más de él.
Aunque la suerte de los dioses se tornó a favor de Perseo y la Sibila de Cumas, que, al amanecer, atracaron el paquebote en una inmaculada playa. ``La Caverna está cerca, lo presiento´´, comentó la anciana. ``Gracias, Sibila... ¿y por dónde?´´, le preguntó el joven. La profetisa le condujo por el interior de una verde selva, en la que creyeron escuchar el canto de unas amazonas. Al fin, se encontraron en frente de la siniestra cueva. ``Sabe que esto no será fácil, Sibila. Váyase usted lo más lejos posible de este lugar... yo me encargaré del monstruo´´. La sabia hizo caso del muchacho, y él se adentró en el peligro. El interior de la Caverna estaba oscuro y húmedo, pero asfixiante. En un cierto momento vio dos luces rojas, posiblemente de dos antorchas. Oh, crédulo de él, esas luces no eran antorchas, sino los intensos ojos de la Gorgona Medusa. Perseo reaccionó a tiempo, ya que se cubrió con un pedazo de espejo-escudo que había traído de Atenas. ``¡No podrás matarme, bestia, tengo esto!´´; ``Yo no me confiaría tanto, ingenuo´´. Medusa se acercó con frenesí e intentó arrebatarle el escudo. Pero una voz sonó detrás de ellos: ``Puede que posea el cuerpo de la fallecida Sibila de Cumas, pero mi alma es la de la inmortal diosa Atenea´´. El cuerpo en descomposición de la vieja cayó sin vida al suelo, y de él se alzó la gran Atenea, en forma incorpórea, espiritual. ``Como ves, Gorgona, soy una diosa olímpica, así que obedece y deja al héroe en paz´´. ``¿Héroe?´´, pensó Perseo para sus adentros. Medusa hizo caso omiso de Atenea, y ésta, por un maleficio que lanzó la criatura de leyenda, se evaporó. Ahora, Perseo estaba a merced de la muerte, pero se dignó a clamar: ``¡¡Espera!! ¡He venido a cortarte la cabeza por un trato, un trato que es un castigo para ti! ¡Dice el gobernador de Atenas que tú convertiste en piedra a su hijo!´´. Medusa enfureció, pero se dignó a hablar: ``¡Yo no... yo no asesiné a voluntad a ese desdichado malnacido! Todo el mundo cree las palabras que se contaron mal, pues no lo hice, sino que mi madre, la híbrida Equidne, mitad mujer mitad serpiente, me obligó a hacerlo´´. Hizo una pausa. La Gorgona ya no le atacaba, y él escuchaba atentamente. ``De hecho, todas las muertes a manos mías fueron impulsadas realmente por ella. Ella... ´´. De repente, Equidne apareció y sepultó a ambos seres con su cola reptil. ``¡Me has insultado, hija! No dices nada más que sandeces... Por esto, ¡te arrancaré la cabeza tal y como quieren los humanos!´´. Perseo, inmediatamente enamorado de Medusa, gritó a pleno pulmón: ``¡¡Noooooooooooooooo!!´´. El bello rostro verdáceo de la Gorgona rodó por los suelos, y Perseo sabía lo que tenía que hacer. Cogió el escudo y destripó a Equidne. De ella salieron un caballo alado, al que él llamó Pegaso, y un bonachón gigante, Crisor, un coloso del tiempo. Perseo besó la frente de Medusa, se despidió del titán y voló hacia Atenas sobre el corcel volador, con la cabeza en sus culpables manos.
Perseo El Héroe llegó a su ciudad. Entró en el Palacio Real. Lanzó la cabeza de su amada a los pies del soberano y gritó: ``¡Aquí tienes lo que querías! ¡¿Y mi madre?!´´. ``Muchas gracias por tu presente, pero has llegado tarde... tu madre murió de maneras grotescas... por mi cuerpo´´. El semblante de Perseo reflejaba la tragedia de su misión, su honor... ¡su madre! Con la ira de un toro, arremetió con su puño contra el pecho de su padrastro, sacándole de las costillas su indigno corazón. El cruel cayó al suelo.
Perseo El Herido De Corazón salió del Palacio Real, no sin antes prender en flamígeas llamas la residencia del Rey Muerto, llegando el fuego a acabar con las vidas de sus más altos seguidores. El Que Ya No Era Un Muchacho montó en Pegaso, su fiel rocín, y nunca jamás volvió a Atenas.
Unos dicen que se fue en busca de la verdadera gloria, a conquistar las tierras del Gigante Atlas.
Otros dicen que se exilió a los lejanos parajes invernales de Asia, con el objetivo de encontrar un retiro espiritual.
Y otros cuentan que, simplemente, llegó a una taberna de mala muerte (de una ciudad de la que no sé el nombre) y se bebió una buena birra.


Pero eso sí, se juró a sí mismo que el nombre de Medusa ...quedaría honrado>>.